Te pintaron las cejas con dos pinceladas de asfalto
caliente
y quedó Buenos Aires dibujada en tu frente.
Y esa pena de amor que agrandó tus ojeras, faltando a
la cita,
no pudiste borrarla ni con agua bendita.
Era escudo y espada tu palabra atrevida,
tu mirada insolente, cuanto miedo tenías que te dañe
la gente.
Esa gente que hablaba y que mal comentaba tu
sabiduría.
Ellos nunca supieron lo que tu ya sabías
Tita de Buenos Aires, Tita mía,
la de los tangos calientes y las manos tan frías,
la de plegarias al cielo como la Madre María.
La del mercado de Abasto, la del paseo en tranvía.
Ese loco coraje de potro salvaje, te galopa en las
venas
cuando bailas un tango, cuando cantas tus penas.
Y aunque tires la bronca, me trates de loco,
de nada me quejo, tu mirada en silencio es también un
consejo.
Te pintaron las cejas con dos pinceladas de asfalto
caliente
y quedó Buenos Aires y su calle Corrientes.
Esa pena de amor que agrandó tus ojeras faltando a la
cita,
no pudieron borrarla ni con agua bendita.
Tita de Buenos Aires, Tita mía,
la de los tangos calientes y de las manos tan frías,
la de plegarias al cielo como la Madre María.
La del mercado de Abasto, la del paseo en tranvía
Que pocos, que pocos se dieron cuenta cuanto miedo les
tenías.