Me agarró con fuerza de la mano.
Yo sonreí e ingerí otro rohipnol.
Éramos sólo dos perros abandonados,
perdimos el control.
Caminamos deprisa y sin rumbo.
Aquel día abrasaba el sol.
Cruzamos corriendo las Siete Autopistas,
perdimos el control.
Conocimos a una tal Amparo.
Dijo: "No hay más que alivio y dolor."
Nos guió hasta aquel cementerio de gatos
en el que perdimos el control.
Y quisimos salir de allí.
La miré y ella balbuceó.
Ocurrió algo confuso y después la perdí,
habíamos perdido el control.
Y nos creímos ángeles,
y hasta ella quiso volar.
Y lo hizo tras dejarme
aquel mensaje aún por contestar:
"¿Dónde estás, corazón?¿Te has cansado de mí?
Yo estoy en el balcón y ¿sabes?, voy a saltar."
Se rió -"¡JA JA JA!"- y después se cortó.
No hice más que vagar por un tiempo.
Traté de limitarme al alcohol.
Intenté no sumirme en la locura o
perdería el control.
Conocí a una mujer en Conill.
Disfrutamos del mar y del sol.
Un mal día le dije:
"Esto te gustará, pero perderemos el control.".