Ni el último ni el primero,
el más dulce y elegante,
ni demasiado sincero,
ni cortito en lo tunante,
ni valiente ni prudente
para decirte te quiero:
¿quién quiere ser el más guapo
entre todos los morenos?
El amor es el agüita
que me alivia del desierto;
deja que aprenda contigo:
no sabré ser tu maestro.
No me hace falta estatura,
me la dará tu persona.
Trae tu sombra chiquita,
que se cobije en mi sombra.
Esta hora de los besos
en que por ti me daría
a tu capricho y merced,
hasta las claras del día
no te hacen dueña, mi vida,
de las otras veintitrés,
pero sabes que son tuyas
si tú las quieres tener.
Y tú, ni dama ni dueña,
ni juguetito a mi antojo;
yo quiero ser la candela
que ha encendido tus ojos.
Ni discreta ni celosa,
ni hembra que se equivoca,
ni corta ni perezosa
para perderte en mi boca.