Bastaba con una canción,
un vino para repetir,
un solo beso en Plaza Nueva.
Sonámbulos por el calor,
la noche no tenía fin
entre tu cuello y tus caderas.
Ritos de amor, decías,
una rosa y seré para ti.
No encontrarás la mía,
la que quiero no está en un jardín.
Vino el invierno y blanqueó
de punta a punta esta ciudad:
no siempre hay rosas en Granada.
Y decidiste proseguir
en tu aventura de encontrar
la rosa azul, la más preciada.
Por más que la nombraba,
yo no entendía:
ella buscaba la Rosa de Alejandría.