Bajad pastores de vuestras montañas,
bajad deprisa que al Niño hay que adorar,
cuando le veáis en el pesebre humilde,
veréis‘ su carita linda relumbrar.
Su santa Madre, llámase María,
blanca es su alma y blanco su color,
a todos sonríe llena de alegría
y por todos siente maternal amor.
Los pastorcillos muy embelesados
al Niños Dios, en su cama al contemplar,
juegan retozones y al son del pandero,
locos de contento, pónense a bailar.
San José, el pobre, al ver tanto bullicio
les animaba y les decía así:
yo también bailar quisiera con vosotros,
pero estoy tan viejo, ¡ay pobre de mí!