Ay, que llamarme por soleás,
llamarme por soleás,
como me llamó mi mare, ay,
al mes y medio de casar,
que no llamarme a mí Casilda,
no me llame a mí Casilda, ay,
llamarme por soleás.
Eran dos grandes tapones
los que tapaban su oído.
Era mu larga y morena,
su cara como una orza
y del color de la tierra,
que no ha visto el agua clara
desde antes de la sierra.
Caballo peor esquilao y peor atalajao
ningún andaluz lo ronca.
Su traje peor cortao,
sin pantalones y sin moña.
Era de lata el herraje.
De los cuatro burreros,
que no eran cuatro muleros
porque el dueño de las mulas, mamita mía,
era mi primo y también mi abuelo,
era mi abuelo y era mi abuelo,
era mi abuelo.
El de la burra torda,
el de la burra torda,
el de la burra torda, mamita mía,
no llegó al río, no llegó al río,
no llegó al río,
porque estaba lloviendo en el campo,
en el campo había llovío,
y no tenía paraguas, mamita mía,
ni había comío,
ni había comío..